Pero el médico de la sanidad pública ha tenido una ventaja frente al médico de la sanidad privada y es que, por lo menos hasta ahora, tenía garantizado su sueldo a fin de mes. E incluso, si disponía de una plaza en propiedad, de la tranquilidad que da la estabilidad laboral. El médico en la medicina privada, a veces no veía llegar los ingresos a pesar de su trabajo o tenía que litigar por ellos, o su empleador decidía prescindir de sus servicios de un mes para otro. Para algunos médicos, la sanidad privada ha sido el único camino al no encontrar un hueco en la medicina pública, mientras que la posibilidad de entrar en la medicina privada está al alcance de cualquier médico que desee ponerse por su cuenta.
Supongo que la motivación de cada médico al optar por una u otra forma de ejercer la medicina será diferente. Y en muchos casos, hay quien compagina ambas. Pero voy a contar mi caso resumidamente. Tras acabar la especialidad, trabajo como interino en tres hospitales de dos comunidades autónomas durante nueve años, siempre renovando contratos y con un techo salarial. Realizo una tarea que no puedo considerar que sea excesiva y en algún centro planteo que si esa es toda la tarea que tengo que hacer en toda la mañana, la ventilo en dos o tres horas y me voy para casa. Una forma de pedir más tarea o que me dejen trabajar más. Imposible: es lo establecido y mover las cosas puede molestar a otros colegas y estamentos. Tampoco puedo emplear ese tiempo que veo que me sobra en el trabajo para hacer otras tareas asistenciales. Ante este panorama, consideras que estás perdiendo tiempo. Y dinero, porque eso de tener hijos es un vicio muy caro y empieza a ser imprescindible buscar sobresueldos. Comprobando una vez más que existe un tope y de ahí no se sale, empiezo a escudriñar la actividad privada. Entretanto, mis esfuerzos para tratar de conseguir una plaza fija en el sistema público fracasan una, dos y tres veces. Según el parecer de los examinadores, no me encontraba entre los mejores... posicionados.
Así que finalmente hace casi cuatro años, dejo la sanidad pública y me dedico a la sanidad privada, forzado por la necesidad de mayores ingresos a cambio de más trabajo que la pública no me ofrece. La calidad de mi atención y de mis conocimientos, y quiero creer que en mis colegas también, no difiere del ámbito público donde ejercía y privado donde ejerzo. Desde entonces, sí periodos de mayores ingresos y también de mayores penurias. Y de más incertidumbre laboral. Y de más trabajo, mucho más trabajo que en el fondo era lo que pretendía. Incluso me ha permitido ¡crear tres empresas! Mis compañeros en la pública reniegan de las bajadas de sueldo que les comprime su bienestar. Pero cobran a fin de mes, trabajen o no trabajen tanto. En mi caso hay meses que no cobro aunque trabaje mucho. Y desde luego sin trabajar no se cobra.
Esta sería la perspectiva de un médico respecto a la sanidad privada, puede ser la solución a tus problemas o el comienzo de un largo calvario. En otra entrada analizaremos lo que la sanidad privada puede suponer para el paciente.